Era
como un cerezo en las frías escarchas del invierno.
Arbol
sin hojas, alma sin ilusiones, ojos sin ver las chispitas de luz de cada día,
Las
luciérnagas del cielo en cada noche.
Tronco yermo, retorcido y
reseco, esperando la savia de la tierra.
Y
llegaste tú.
Con
la fuerza de tu sangre. Con el ardor de tus ojos. Con las suaves caricias
De
tus manos. Con todo el amor guardado en
las entrañas de la tierra.
Envolviste mis ramas secas con el calor de tu brisa.
La
vehemencia de tus besos renovaron mi savia.
Me
cubriste toda con el rocío de la mañana.
Me
vestiste con el suave colorido de tus flores.
Me
llenaste de amor.
Mis
ramas secas empezaron a brotar, brotes llenos de ti y de mí.
Nos
hicimos uno en la belleza de aquel árbol.
Milagro de la primavera, que se repite cada año.
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